Una de las imágenes más fuertes que me ha quedado grabada en este año de confinamiento, sin duda es la imagen del Papa Francisco en Semana Santa, solo frente a la cruz, en una plaza de San Pedro completamente vacía.
A la fecha, muchas personas no han podido regresar a las iglesias, no han podido asistir a Misa porque el gobierno no ha permitido que se abran los templos, en otros países las iglesias se abrieron en verano pero ya están cerradas nuevamente «por la pandemia» y por último, algunos afortunados (aunque con bastantes restricciones) hemos podido regresar a las iglesias y ser partícipes de la sagrada Eucaristía.
Algo importante de notar (por lo menos aquí en Europa) es que tras la reapertura, la ocupación de las iglesias está a un 25% tal vez un 30% de su capacidad, siendo imposible no notar la disminución de la asistencia de los fieles. ¡Ah! por cierto, estoy hablando del día domingo, ya ni siquiera mencionar las misas entre semana.
La intención de este pequeño escrito no es cuestionar las razones detrás de este comportamiento, no es discutir la decadencia en la fe del hombre, ni el rechazo actual de la sociedad hacia Dios. Mi intención es hacer un llamado a todos los laicos, a todos los hombres que aún con errores y pecados, queremos ser mejores, buscando cada día la santidad. El llamado es a no tener miedo (a las burlas, al rechazo a los ataques) y buscar ser ejemplo de lo que un católico es ayer, hoy y mañana, por supuesto dejando actuar al Espíritu a través de nosotros.
El primer llamado es a regresar a los básicos, en especial al amor y respeto con los que nuestros abuelos asistían a la Misa y como se comportaban dentro de la iglesia. Retomar lo más básico para cualquier santo, hacer de la Eucaristía el centro de nuestras vidas.
«La Santa Misa es el alimento espiritual que me sostiene y sin la cual no podría afrontar un solo día, ni una sola hora, la vida de entrega a los pobres que he elegido.»
Santa Teresa de Calcuta
Guía básica:
Prepárate:
1. Lo más básico, procurar estar en gracia: Confesión regular, arrepentimiento sincero y contrición de los pecados.
2. Ayuno: Quien lo pueda, asistir a Misa en ayunas (última comida la noche anterior) como lo hacían los padres de la Iglesia. Sino, ayuno 3 horas antes de asistir a Misa, sino es posible, la Iglesia manda por lo menos 1 hora de ayuno previo a recibir la comunión.
3. Vestimenta: ¿Que ropa usarías si la reina de Inglaterra te invitará a su palacio? Tener en cuenta, en la Misa se presenta real y verdaderamente Dios ante nosotros, el rey de reyes y señor de señores.
4. Puntualidad: Cada celebración, cada domingo se debe llegar con puntualidad (es más, 10-15 min antes). ¿Por qué a una reunión de trabajo, una fiesta o inclusive al cine no se llega tarde? La Misa es el evento mas importante de tu vida.
5. No lleves celular, si lo llevas apágalo.
Participa:
6. Desconexión: Referente al punto 4, es importante saber el significado de lo que se es partícipe. Yo recomiendo llegar cuando menos 15 minutos antes para desconectarnos del mundo, y en silencio y oración preparar nuestra alma porque recibirá a Jesucristo Eucaristía.
7. Concentración: Hay que luchar contra la tentación de distraerse con banalidades, criticar a los demás por lo que hacen o dejan de hacer. Centra tu atención en el sacerdote (que actúa in persona Christi), permanece en silencio. Sigue las oraciones, las lecturas y cada momento de la Misa.
8. Respeto y amor: La Misa no es una representación teatral, no es un simple símbolo. La Misa es el memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor (CIC. 1330). En cada Eucaristía se vive nuevamente el sacrificio que Jesús hizo, por amor dio la vida por nosotros. Se unen el Cielo y la tierra. Por eso se debe de vivir con el mayor respeto, la mayor fe y amor que tenemos, mantenernos de pie y arrodillarse ante Dios cuando sea el momento.
9. No cruces las piernas, no estás en la sala de tu casa. Estás frente al Dios vivo y verdadero.
10. Recibir a Dios: El cuerpo y la sangre de nuestro Señor están verdaderamente presentes en la Eucaristía, ¡cuidado de recibirlo en pecado! No vaya a ser causa de tu condenación. Y repito, respeto y amor; no hay mayor signo de humildad y de adoración que arrodillarse ante Dios, así hay que recibirlo, de rodillas; y solo las manos del sacerdote (que actúa in persona Christi) han sido consagradas para tocar su precioso cuerpo y su santísima sangre, comulgar en la boca.
11. Adoración: Si recibiste a Jesús, estás en común-unión con Él, adórale. No te puedes poner a platicar con el de a lado. Toma un momento de silencio y reza. Si una mujer sanó de su enfermedad por solo tocar el manto de Jesús (Lc 8: 43 – 48), ¿qué no hará en ti que lo recibes completamente?
Predica:
12. Después de participar de los sagrados misterios, no podemos regresar al mundo (Rm 12: 2). La manera de vivir nuestra vida, de comportarnos en nuestro día a día debe ser un reflejo perfecto de la palabra de Dios, «ustedes pues, sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto» (Mt 5:48), por nuestras fuerzas parece imposible, pero si dejamos que sea Jesús el que actúe a través de nosotros, nada será imposible.
«Tened por cierto, el tiempo que empleéis con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día.»
San Alfonso María de Ligorio
«El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote.»
San Franciso de Asís
Última actualización: 22 de noviembre de 2020