Catecismo de la Iglesia Católica:
2670 «Nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!” sino por influjo del Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración. Puesto que Él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante. «Si el Espíritu no debe ser adorado, ¿cómo me diviniza él por el Bautismo? Y si debe ser adorado, ¿no debe ser objeto de un culto particular?» (San Gregorio Nacianceno, Oratio [teológica 5], 28).
Español
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tu fieles:
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados.
Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos:
Oh Dios, que habéis instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Latín
Veni, Sancte Spíritus!, reple tuórum corda fidélium:
et tui amóris in eis ignem accénde.
Emitte Spíritum tuum, et creabúntur.
Et renovábis faciem terræ.
Oremus:
Deus, qui corda fidélium Sancti Spíritus illustratióne docuísti, da nobis in eódem Spíritu recta sápere; et de eius semper consolatióne gaudére. Per Christum Dóminum nostrum.
Amen.
