Tengo el atrevimiento de crear este blog, para expresar mis pensamientos y reflexiones sobre diferentes temas en torno a la Iglesia y la religión. Me siento afortunado de formar parte de la Iglesia Católica como un simple laico pecador y encuentro a través de este medio una manera de poder compartir esta dicha y amor de ser católico en tiempos de crisis del siglo XXI.
Desde hace varios años, he tenido la inquietud de conocer más sobre Dios, de profundizar en mi fe y saber contestar a los cuestionamientos y ataques hacia la Iglesia que escucho cada día y cada vez con más frecuencia. Al tener este blog tengo el propósito de investigar y profundizar sobre los temas que escribo para publicar notas con fundamento, nada de creencias falsas ni fanatismos.
Me atrevo a querer difundir el mensaje de Dios a mis familiares, a mis amigos y a cualquier persona que por alguna razón llegue a este sitio. Ruego al Señor me libre de la soberbia y me llene de su Espíritu al difundir mis pensamientos en esta página que con humildad y amor he comenzado.
¿Por que Apostolicam?
Al estar buscando un nombre adecuado para este nuevo proyecto, busqué diferentes palabras que tuvieran un significado de lo arriba mencionado, y tenía claro que quería una palabra en latín, por toda la tradición y riqueza de este idioma, pues es la lengua oficial de la Iglesia Católica, la raíz de diferentes idiomas hablados hoy en día, y considero importante, en medio de todo la confusión por la que atraviesa el mundo, regresar a las raíces, regresar al Señor. Entonces vino a mi mente el Credo, esa oración que repito día con día para reafirmar mi fe, y bueno (para quien no conoce esta oración) Credo – Vatican.va . Y algo que repetimos todos los católicos pero a veces sin percatarnos es que La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica, por lo que todos los que formamos parte de ella estamos llamados a ser apóstoles de Jesús.
Tiempo después me encontré con una bella encíclica casualmente llamada Apostolicam Actuositatem, escrito en 1965 tras el Concilio Vaticano II, que habla sobre la vocación al apostolado al que los laicos estamos llamados para predicar la Verdad y proclamar el reino de Dios: «Por consiguiente, se impone a todos los fieles cristianos la noble obligación de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra.»
«et dixit eis: Euntes in mundum universum prædicate Evangelium omni creaturæ» Marcos 16, 15